Róbame un beso; o al menos eso decía yo…
La última vez que bajé mis barreras ante una chica, una de las mejores cosas que pude aprender fue el que me dijera que ella sentía que yo me retraía fácilmente. Que me hacía el “difícil” me dijo esa vez… Con los años, nos volvemos como tortugas: asomamos la cabeza lentamente y al menor indicio, nos escondemos. Solía pensar que la mujer debía buscarme. Rara vez me sinceraba con alguien por querer algo y esperar eso. Si ella no me buscaba, yo no le hablaba. Era un juego tonto de la juventud ingenua que pasa por uno…
Entonces las olas me acercaron a la orilla de mis treintas y me di cuenta que aquella chica tenía razón. La vida no es de esperar; es de tomar un salto de fe y disfrutar la caída. A veces funciona, a veces no. Pero cómo se aprende!
Soy el mismo de hace unos años, sin volver a ver atrás; diferente del pasado, soy mi presente que se decidió a cambiar cuando presté atención a esa sonrisa; la diferencia es que ahora me acerco un poquito y asomo mi cabeza, por si presta atención mientras, intento arrimarme un poquito nada más…
Cuando el tiempo pasa y uno vuelve a ver atrás, que tan diferente nos volvemos de lo que fuimos en un momento. La fotografía de un instante del 2006, el sentimiento que motivaba en el 2010…Qué puedo perder asomándome sino ver lo que me rodea este 2016…? Nada que perder, nada que perder, me repito mientras me arriesgo.