Se nos fueron los cerezos, nos queda el amarillo del sol, el polen del destino…
Hace unas cuantas semanas no había logrado sacar unos minutos para escribir algo realmente profundo; algo con lo cual pudiese conectarme. Hoy me detuve un ratito en mi camino y quise regresar a este espacio y hablar un poco…
Hoy venía en el bus que llevaba a mi casa; bueno, en realidad caminaba por el trillo de cemento y luces que en el bulevar me protegen hacía casa…Entonces por un momento me cayó aquella idea; el peso del momento. Vi una florecilla amarilla agonizando en el bulevar. Los niños que pasaban por un momento no le prestaban atención, y ella gritaba al viento que le salvara, entonces la brisa la empujaba y yo, silenciosamente la observaba arriesgarse. Finalmente el tiempo hizo lo suyo, el viento se cansó y un chico insistentemente la aplastó. Así recordé, como antes del amarillo del atardecer, se nos habían ido los rosas del cerezo en las tardes de abril que teníamos de jóvenes; cuando apenas comenzaba a recorrer San José.
¿Ahora que nos queda?, me pregunto…¿ahora que nos queda sino el polen del destino que la brisa le roba al momento cuando un niño decide simplemente ser él mismo?; diabluras permitidas, riesgos que todos tomamos…
Siento el polen rozar mi rostro y me pregunto…¿Ahora que se nos fue el amarillo de nuestras semillas, lo que nos queda es la brisa de la noche? Con esa idea, reanudo mi camino a casa, a las 8:35 de la noche sonriendo porque se nos vino encima abril.