Tu sonrisa, tu dulzura, tu sabor a cigarro y cerveza (São Paulo,Ó cidade tão fria! )

Tu sonrisa, tu dulzura, tu sabor a cigarro y cerveza (São Paulo,Ó cidade tão fria! )

Hoy pensé en escribir una entrada que permitiera a ustedes conocer un poco mi estilo de prosa. La idea la pensé hace un par de días y no le he metido mucha cabeza, sin embargo, espero les transmita el mismo sentimiento…

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La tarde de julio en Nueva York, traía una leve brisa consigo. En las afueras de aquel café el bossa nova restregaba sus notas melancólicas contra mis oídos y yo, no podía sino recordar Sao Paulo, algunos años atrás. Había viajado como estudiante de intercambio por tres semestres. Por tal razón, había decidido irme unas semanas antes para disfrutar el año nuevo lejos de la nieve de Nueva York.  1960 era un año al cual le tenía bastantes expectativas y Sao Paulo comenzaba a crecer de forma desproporcional… Mis tardes se desgastaban entre los rascacielos que rompían su paso a los límites de la imaginación de los lugareños, y un pequeño café escondido entre las calles y avenidas…

Um Pouco de Ilusão – escuché una de esas tardes

¿Perdón? –  Dije al levantar mi mirada y observar a aquella figura femenina con un vestido rojo vino – meu português não é bom. Você fala espanhol? –

La mujer procedió a mover la silla de la mesa y tomar asiento al momento que con esa sonrisa me decía –Un poco de ilusión…necesitas devorar más el libro que lees y desnudarlo con tus ideas– Continuaba mientras señalaba un extracto del poema que me encontraba leyendo.. Qué habrá de saber esta chica de mis ideas, o más aún de mis deseos e ilusiones  pensaba para mi y sin embargo, su actitud desafiaba lo esperable.

Es uno de mis poetas favoritos. ¿sabes? – Continuaba. Entonces, tomó en sus manos aquel libro como si fuera suyo y me recitó coquetamente la parte que según ella, más disfrutaba.

Não te amo à luz plácida do dia
Amo-te quando a neblina te transporta
Nesse momento, amante, abres-me a porta
E eu te possuo nua e fugidia.

Luego de eso conversamos durante unas dos horas. Me comentó que no era su costumbre leerle poesía a desconocidos pero al final de cuentas, solo se vivía una vez… Y yo necesitaba ese tantito de ilusión…

Durante ese semestre, compartimos prohibidamente nuestro gusto por la poesía, los cigarrillos y la cerveza. A ratos nos perdíamos en nuestros cuerpos y sus cicatrices nos mostraban las historias que contarían nuestra respiración, nuestras manos, y  los labios susurrando al viento.

Antônia Ferreyra era el nombre de esa chica de hoyuelos pronunciados. Nunca había sabido tan bien embriagarse que al robarle esos besos poseídos, que hacen transición de mujer a demonio,o al revés dependiendo del momento del mes en que estuvieramos. Y yo, en mi sobriedad, escribía de versos y poemas sobre el sabor amargo de la cerveza convertida en aliento que robaba para mi…

Ella era estudiante de Medicina en su tercer año, y yo, relaciones internacionales especializándome en política económica latinoamericana. Eramos diferentes, y a ratos no nos entendíamos entre el español que mis padres me enseñaron, el portugués aprendido entre besos y un inglés con marcado acento carioca, era una fuerte opositora de Brasilia como nueva capital.

Con los meses, Brasil se fue sintiendo más como un hogar, y menos como un lugar pasajero, y ella suspiraba “Eu sou uma pecadora morrendo por você…” y sus besos se volvieron mordiscos y empezó a clamar como suyo mi territorio, y comencé a pensar en esos cafés, y las noches que no nos rendían para ser…

La diferencia entre una mujer, y una chica, aprendí en el ’64, era el entender que su caminar detenía cualquier revolución o golpe de estado.  Antônia Ferreyra, era el nombre de esa mujer de hoyuelos pronunciados y yo, el hombre que había renunciado al poder para simplemente ser… Entonces fuimos…

La música se detuvo y dió paso al rodar de los vehículos modernos argumentando en la calle, y la fría brisa fueron suficientes para regresarme al café donde me encontraba añorando mi pasado de hace casi 34 años atrás.  Nueva York en el ’98 era tan frío como algunos de los veranos que siguieron en Brasil. La hora había avanzado. 4:39 pm y el ambiente se mantenía igual. El dueño del café recién se había apersonado y ya gritaba a ordenar a su personal. Yo releía viejos manuscritos bajo el frío, calentado por la bossa nova de aquel establecimiento. Finalmente algunos minutos después alcé la mano y la cuenta llegó…

Mientras me alejaba de ese café de deseos malgastados como el recibo por $16.95 que arrugaba y guardaba en mi saco, no podía sino pensar en lo que vendría ahora. Sin importar cuan difícil, al final, como aquel rótulo que dejaba atrás y decía “Cafetaria Um Pouco de Ilusão” tal vez en otro lugar, y bajo otras circunstancias vuelva a encontrar a mi esposa: Antônia Ferreyra, la mujer de hoyuelos, cuyos besos, se fermentaron por años al sabor único de la cerveza artesanal y dieron en su embriaguez, nacimiento a cientos de instantes que simplemente, como nosotros, fueron…

Kabisuwa

Stevens es INTJ, artista costarricense. Productor y Director audiovisual.