Caminamos en Alicante (caminamos junto al mar)
Decía mi abuelo Eusebio Cascante, que en el verano del sesenta y tres las noches de Alicante zalpicaban el andén. Allí, donde la risa victoriana de la juventud exhausta por cumplir tan solo veintitrés, se iba como el viento. En las noches de setiembre, el tormento de la impuntualidad de ese rutinario trayecto, desgastado por la lluvia y la nieve, hacian que los rumores de Franco y su sargento Calavéz resonaran cada vez mas fuerte, como el tamborín de la guerra, en algún momento pausaba sus bríos, y luego la lluvia retornaba por semanas.
“Caminamos junto al mar, caminamos al vaivén; las flores agobiadas, querian subir al tren” – decía mi abuelo al leer un extracto de su diario con cierta nostalgia en los ojos.
Eusebio Cascante, enamorado de Clarentina Hernandez de Jerez, luchó durante tres años en la resistencia franquista, y terminó derrotado por las ataduras de la burocracia política. Y al regresar cabizbajo a Alicante, su mundo se había derrumbado.
En el verano del sesenta y tres, las noches zalpicaban con pasión….Pero el tiempo y la guerra marchitaron, al igual que aquella añoranza con aliento a muerte, pólvora y cañon. Al bajarse de aquel tren en el sesenta y seis y pisar el andén, Eusebio Cascante caía en la nueva realidad: y sin nadie esperándolo esta vez, caminó sólo en Alicante, camino sólo junto al mar.